Friday, January 29, 2010

El guardián entre el centeno


En general, a las grandes obras de la literatura universal, las buenas de verdad, no se las lee (no me iréis a decir que tenéis a Shakespeare o Quevedo en la mesilla de noche), para empezar porque el lector medio asocia la calidad literaria con algo aburrido y de difícil comprensión (muchas veces es así, para qué engañarnos). El lector medio lo que quiere es algo con lo que entretenerse, sin más, y por eso los best sellers son a menudo todos iguales y muy pobres, por mucho que enganchen y gusten.

Pues bien, El guardián entre el centeno es la prueba de que no siempre esas grandes obras, que se siguen estudiando generaciones después de su publicación, son de difícil acceso. Tampoco requieren necesariamente un argumento enrevesado ni hacen gala de un uso del lenguaje complicado o rimbombante.

Y es que esta novela, siendo de las mejores y más importantes que se han escrito en el siglo XX, utiliza un lenguaje coloquial y sencillísimo, sin alardes, que sin embargo está tremendamente elaborado al quedar perfecto en la historia que cuenta. Una historia que, por otro lado, es tan insulsa y poco interesante en sí misma que ni he puesto la sinopsis del libro. De hecho, prácticamente no tiene argumento. Y aun así, sin que pase casi nada engancha una barbaridad por la manera en que está escrito, es entretenidísimo y a través de sus continuas e interesantes digresiones no importa que la trama casi no avance.

Un 8.

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