En Afganistán, en las cuevas del acantilado en el que estaban situadas las dos enormes estatuas de Buda que, tras 1500 años casi intactas, destruyeron los talibanes en 2001, aún viven miles de personas. Esta película cuenta la odisea particular de una de ellas, Baktay, una niña de 6 años que lo único que quiere es ir a la escuela. Pero no lo tendrá nada fácil.
Impresionante lo mucho que se puede lograr con tan poco. Interpretada casi en su totalidad por niños pequeños, que resultan absolutamente creíbles, tiene momentos en que da más miedo que cualquier película de terror. Y es que la directora, con tan solo 18 años, ha sabido usar sabiamente el comportamiento y los juegos de los niños para hacer un simil de la sociedad talibán. Eso, junto con una banda sonora que contribuye a generar tensión, consigue hacer pasar un maravilloso mal rato al espectador.
Muy buena, y aún más dura.
Un 7.
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